Jordi Esteva y su particular “Socotra”
¿Un “escritor de viajes” al que no le apasiona viajar? Esta es la imagen que daba Jordi Esteva la pasada semana en una conferencia impartida ante los estudiantes del Máster de Periodismo de Viajes de la UAB. “Quizás os resulte extraño, pero no, no me gusta viajar, los lugares a los que he viajado para luego escribir sobre ellos ya estaban premeditados desde mi niñez”.
¿Un “escritor de viajes” al que no le apasiona viajar? Esta es la imagen que daba Jordi Esteva la pasada semana en una conferencia impartida ante los estudiantes del Máster de Periodismo de Viajes de la UAB. “Quizás os resulte extraño, pero no, no me gusta viajar, los lugares a los que he viajado para luego escribir sobre ellos ya estaban premeditados desde mi niñez”.
Para este escritor y fotógrafo catalán sus libros son sueños de infancia, y es que Jordi era un niño que soñaba despierto con mapas y atlas. Solía jugar con una bola del mundo que hacía girar y cuando ésta se paraba señalaba por azar un lugar. Así descubrió Socotra, una isla perdida en el Índico con la que soñar hasta que sus fantasías se pudiesen ver reflejadas en un futuro en papel y tinta.
Su sueño era llegar a un punto intermedio entre las costas de Somalia y Yemen para descubrir esta isla anclada en el tiempo, y lo hizo realidad medio siglo después de haber girado aquella bola del mundo. Así nace su libro: “Socotra, la isla de los genios”, un auténtico viaje al país de las almas.
En esta isla se encuentra el árbol draco, que contiene una salvia roja que se dice que es lo único que espanta al diablo. Es también conocido como el árbol de la sangre del dragón, y la salvia que desprende la usaban los antiguos gladiadores antes de sus peleas, pues tiene propiedades curativas y cicatrizantes. Es una isla además que funcionó como antiguo cobertizo egipcio, pues es uno de los pocos lugares del mundo en los que crece la mirra y el incienso (por aquel entonces más caro que el oro) que se utilizaban en el antiguo Egipto para embalsamar a los faraones y para sus fiestas paganas. Además, en la isla hay también áloe socotrino, una planta que se decía que servía para curar las heridas de arma blanca.
Fuente: web.mac.com/siwal |
Sus habitantes, los socotríes, que hablan una lengua similar a la que se hablaba en el Reino de Saba, hacen ofrendas de gallos a los espíritus y durante la noche escuchan el lenguaje de los muertos. Sus habitantes “poseídos” por los espíritus, la llamada “ceremonia de clausura de la boca” que celebran, los sacerdotes animistas, las sacerdotisas que se transforman cuando entran en trance etc., son un cúmulo de situaciones que cuanto menos resultan escalofriantes para un foráneo y que parecen estar relacionadas con el más allá. Sin embargo, se cree que por el hecho de poseer productos tan valiosos como la mirra, el incienso y el áloe, fueron los mercaderes de la antigüedad los primeros interesados en divulgar la idea de que los habitantes de esta isla estaban relacionados con las artes más oscuras, generando así el pánico.
Se les ha criticado y tachado de brujos que ejercen la magia negra, pero éste ha sido precisamente una idea clave que ha sabido aprovechar Jordi: “pude hablar con la sacerdotisa jefa y explicarle que estaba allí como uno más de ellos, que no veía sus rituales como una magia negra la cual criticar, sino como una experiencia de la que me quería nutrir”.
Abrir la mente y el alma, respetar, ser capaz de sumergirse en las distintas visiones que nos ofrecen otras culturas, y sobre todo, tener claro que no todos estamos en un mismo saco es lo que hace que uno sea un buen periodista de viajes. Esto es lo que ha hecho Jordi en su viaje a Socotra, esto es lo que deberíamos hacer todos los que queramos dedicarnos a tal profesión.
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