Jason deCaires Taylor |
Hablar de la inmersión del viajero en un destino es también hablar del descubrimiento de otro contexto social, cultural y económico. Viajar, desde hace mucho, no es sólo explorar paisajes y puntos turísticos, sino interaccionar con los distintos modos de vida y entender cuál es la dinámica de los sitios que se visita.
Por ello el viajero debe tener una mirada más amplia, buscando siempre estudios de los discursos que representan estructuras de pensamiento y de poder relacionados con su destino. Para ello es importante que se busque entender la cultura, analizar aspectos de la sociología, etnología y antropología y saber cómo es el funcionamiento de los medios de comunicación por medio de estudios de la recepción y de las audiencias.
A la vez es importante encontrar puntos iguales y distintos entre diferentes países. En el caso de Brasil, Rusia, India y China, por ejemplo, el índice de crecimiento de la economía, las diferencias sociales y la ausencia de estado de bienestar son los aspectos comunes entre ellos. A la vez, surgen las diferencias que los separan, como los distintos modelos de medios de comunicación.
Un Viaje al sentido de las cosas
La belleza más perfecta es la que no se puede poseer ni comprar pero se disfruta en el recuerdo – Baudelaire
También hay que explorar la riqueza del Patrimonio inmaterial de la humanidad que son las características orales o inmateriales de cada sitio, definido por la Unesco como "el conjunto de creaciones basadas en la tradición de una comunidad cultural expresada por un grupo o por individuos y que reconocidamente responden a las expectativas de una comunidad en la medida en que reflejan su identidad cultural y social." Lengua, literatura, música y danza, juegos y deportes, tradiciones culinarias, los rituales y mitologías, conocimientos y usos relacionados con el universo, los conocimientos técnicos relacionados con la artesanía y los espacios culturales se encuentran entre las muchas formas de patrimonio inmaterial.
Otra forma de entrar en contacto con ese patrimonio son los viajes que realizan un grupo de personas, con intereses culturales comunes y cuyo objetivo es tener una experiencia educativa, que puede ser de varios tipos, dependiendo de los intereses comunes del grupo. El objetivo es ofrecer una experiencia cultural inolvidable con actividades exclusivas que no pueden encontrarse en agencias no especializadas. Estos viajes suelen ser de tipo monográfico, sobre rutas artísticas, arquitectónicas, enológicas, viajes de estudios, de idiomas, paisajísticos, gastronómicos y de cualquier otro modo, de acuerdo con las inquietudes de la persona que los realiza.
Una argentina en Barcelona – el cambio cultural
Vivir en otro país para estudiar es una de las mejores alternativas para conocer nuevas culturas y personas. Augustina Troncoso, argentina de 20 años decidió dejar su país y explorar otro continente. Conocer personas, costumbres y un nuevo modo de vida fue para ella la mejor cosa que le pasó. Te invitamos a leer su relato y embarcarte en su experiencia, un verdadero viaje al sentido de las cosas:
Mi experiencia en Barcelona fue espectacular. Lo mejor que hice en mi vida. Fui para realizar un máster, pero en el ranking de cosas hermosas que me pasaron, el máster quedó en un segundo lugar. Lo mejor de vivir en Barcelona fue la sensación de estar en una gran feria de naciones, una linda oportunidad para hacer amigos de distintas partes del mundo y aprender sobre sus costumbres.
Fue imposible aburrirme, porque a la gran oferta cultural y gastronómica barcelonesa, se sumaba la de los países de mis amigos. Todas las naciones teníamos un rinconcito en la ciudad, un restaurant, un bar, una muestra de arte o la posibilidad de encontrar alguna comida típica para compartir con nuestros amigos.
Creo que la diversidad cultural se resumía en los supermercados pakis, era sorprendente la variedad de productos del mundo que se podían conseguir en estos almacenes tan básicos. En mi caso particular, no extrañé ninguno de los alimentos del ser argentino, los pakis me abastecían de yerba mate, dulce de leche y alfajores, y me resultaba fácil conseguir buena carne y empanadas.
Vivir en Barcelona fue que mi compañera de piso búlgara me saludara con un “hola boluda!” o que mi amiga venezolana incorporara el mate a su vida. Fue adoptar un condimento indio a mis comidas diarias o la pasión de los brasileros por el ajo a la hora de cocinar. Me hizo sentir que las fronteras no existen y que nacer en un país determinado, es simplemente la posibilidad de tener historias y costumbres distintas para compartir.
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