viernes, 15 de junio de 2012

¿Un travesti y una boxeadora en Afganistán?

“Que alguien me saque de este país”. Estas son las crudas y últimas palabras que Zabi, el travesti más famoso de Kabul, le dijo al periodista Plàcid García antes de ser asesinado. Palabras que le sirvieron como cierre de lo que considera uno de los reportajes más impactantes que ha escrito para La Vanguardia.

Plácid es un periodista y reportero catalán que trabaja para la sección Internacional del periódico La Vanguardia. Ha cubierto episodios de la guerra de la antigua Yugoslavia, de la Guerra del Golfo y de la de Iraq. Disfrazado de “pastún” para evitar ser secuestrado en Afganistán, ha sido uno de los pocos europeos que ha conseguido entrar en Kandahar, la ciudad alegórica de los talibanes. Allí es donde conoció a Zabi.

“Zabi me muestra su mano, las uñas de sus dedos meñique y pulgar son muy largas y le pregunto: ¿por qué te recortas las uñas de los dedos centrales?”. “Mientras me enseña las cicatrices de sus manos me responde: «para poder cerrar bien el puño y pegar mejor»”.

Foto: Guillermo Cervera
“Con estas palabras empezaba mi reportaje en la Vanguardia sobre Zabi”, nos comenta Plàcid. Lo que él no se imaginaba es que 6 meses después de publicarlo éste iba a ser brutalmente asesinado por una familia de carniceros. Estos salvajes invitaron a Zabi a bailar en una boda en el distrito de Chaharasyab en Kabul. Una vez finalizado su baile, y como regalo de boda, la familia usó sus propios cuchillos de carnicería para matar a Zabi y cortarlo en pedazos. Por si fuese poco cruel, una vez descuartizado, enviaron  su cuerpo despedazado al novio de Zabi y a sus hijas, que para él eran como suyas. 

“Ser travesti en Afganistán es difícil, lo que no imaginaba es que algo así le pudiese pasar a Zabi y que yo no haya podido hacer nada. Podía haber llamado a un colectivo de gays o lesbianas en mi regreso a España. Pero no lo hice. Podían haberlo sacado de allí. Pero yo no avisé a nadie. Él me lo pidió, me dijo: «que alguien me saque de este país» y no hice nada. Esto es lo malo de ser periodista. A veces te deja secuelas que duran toda una vida”.

Plàcid nos cuenta no existe solo esta historia de Zabi, sino muchas otras. Según su experiencia, viajar es ir a ver las contradicciones del mundo. Y eso es lo que ha ido haciendo todos estos años acompañado de su fiel amigo, el fotógrafo Guillermo Cervera. “Hay que tener cuidado y respeto.  Tener  siempre muy presente dónde se encuentra uno”. Con estas palabras introducía la historia de un campeón de surf que, practicando ese deporte, “metió las narices donde no le llamaban”. ¿Cuál fue su castigo? Los talibanes le cortaron las piernas y quemaron su coche. Todo por no preguntar, todo por ponerse a hacer surf  en “sus olas”.
 
Foto: Guillermo Cervera
Si Zabi lo tenía difícil para ser travesti en Afganistán,  más crudo lo tiene Sadaf Rahimi, la “boxeadora de Kabul”. Sí, una mujer luchando en el  país de los burkas, donde éstos son los máximos iconos de la “felicidad” occidental. Sadaf quiere competir en este deporte y ser feliz. Pero los talibanes, como no, condenan el boxeo femenino. Sadaf lucha por ir a los Juegos Olímpicos de Londres 2012 pero la Asociación Internacional tiene dudas de su seguridad en el ring. Los medios ven a Sadaf como una candidata que se merece estar en los Juegos, pues representa a un país en el que el deporte femenino estaba prohibido hasta la caída del régimen talibán a finales del 2001. ¿Veremos a Sadaf en Londres 2012? Sí, si los talibanes no la matan antes, comentaba Plàcid.

¿Qué son los talibanes? Un estado de ánimo, un paisaje, contestaba él. Una cultura que es capaz de utilizar un fertilizante (“yra”) para consumir marihuana y opio, y también para construir bombas con las que matar a gente. Lo dicho, un mismo producto para “flipar” y para morir.
Por último Plàcid  nos comentaba que en su opinión el reporterismo de guerra es bastante malo en general. Para él, para expresar una guerra hay dos puntos clave: la paradoja y la lírica. Paradoja es que en Afganistán una mujer se pinte de rojo por primera vez las uñas antes de que la maten. Y con la lírica se refiere a contar los hechos tal y como son penetrando en el lector.

¿Por qué vemos el reporterismo como un oficio y no como una misión, Plàcid? A lo que él contesta: “nosotros no cambiamos el mundo, pero la selección de las palabras aportan la reflexión que le quieras dar al lector. Una imagen vale más que mil palabras, pero 1001 palabras valen más que una imagen”.

Está claro que la realidad es infinita, pero lo que está claro también es que si no existiesen personas como Plàcid no seríamos capaces de ver con nuestros propios ojos algo que está ahí, una realidad cruel pero existente. Algunos compañeros miraban con atención las fotos que nos mostraba Plàcid, otros, en cambio, agachaban la cabeza y cerraban los ojos.

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