miércoles, 18 de abril de 2012

Soiartze Heras: Viajera y soñadora empedernida

El verdadero viaje comienza en el preciso instante en que lloramos por primera vez, al dejar el cálido cosmos materno. No vemos nada, y no somos conscientes de la distancia que hemos recorrido, que es mucha. Y así comienza el viaje, pues la vida es en esencia un viaje, un viaje a nosotros mismos, a lo que somos, a lo que dejamos por el camino, y todo lo que guardamos con nosotros, para no dejarlo escapar. 
Yo, naci de prisa, casi sin tiempo de que mis padres lo asimilaran. Nací en un pequeño pueblo del País Vasco, rodeada de montañas. Y así comenzó mi primer gran viaje, la vida. Curiosa, nerviosa, y muy activa desde muy pequeñita, pero sobre todo una eterna soñadora. Hija única como soy, muchas veces era la imaginación el mejor juego. Recuerdo abrir libros ilustrados, y en sueños viajar por ellos: he sido exploradora, detective, aventurera o una autentica superhéroe que podía volar, volar bien lejos… y he recorrido montañas, bosques, océanos y desiertos; todo ello sin moverme del sitio. He sido y soy una eterna soñadora empedernida. 
De niña viajando con la imaginación 

También comencé a hablar muy pronto, y nunca más paré. Necesitaba aprender, conocer el mundo que me rodeaba, y compartir todo lo vivido y aprendido. Seguramente sea esta la razón de que me haya formado en el ámbito de la comunicación. Tal vez por ello, me encanta sacar los ojos a pasear por lugares que se escapan de mi rutina, y sentir que siempre se esconde algo por aprender en cualquier lugar. Ya desde pequeña adoraba viajar. 

Viajar no es solo sacar la vista  a pasear
Viajar… una sola palabra y todo lo que puede abarcar. Viajar, es vida, aprender, soñar, es transformación, es conocer, imaginar, salir de la rutina, recorrer, intercambiar, conectar, nervios, emociones e ilusiones.  Viajar, lo es todo, pues somos simples pasajeros que viajan por el placer de viajar: un trayecto tan bello se hace porque sí, y nada más. Lo llevamos grabado en los forros de la genética, somos nómadas por naturaleza propia; somos viajeros, no se podría entender de otra forma. No hay nada más. 

Ascendiendo al volcán Cotopaxi (Ecuador)
No podría imaginar mi existencia sin este verbo que me hace vibrar, sentirme viva, y pensar que allí, oculto, siempre se esconde algo o alguien esperando a que lo encuentre. Tal vez sea yo misma. Pues al viajar,  me encuentro a mí misma, me hago y deshago, me pierdo, sueño, tiemblo, sonrió y me vuelvo a encontrar; y todo, para volverme a perder, y comenzar otra vez. Ya que el viaje nunca acaba, nunca se completa, todo sirve para introducir un nuevo viaje en tu interior; es una invitación a recorrer todo lo vivido nuevamente para concluir en el aprendizaje que estos viajes nos dejan, mostrándonos lo relativo que es todo lo que sentimos como transcendente. 
Eso sí, todo depende de los sentimientos que hayamos desplegado. Pues en la vida, todo gira en torna a los sentimientos, la ilusión, la emoción. Somos nosotros quien damos pinceladas de color al oleo blanco de nuestra vida. Y el viajar da color, calor y vida. Y la vida, sin sueños también es menos vida.
Tal vez haya gente que piense que los sueños son tan solo eso, quimeras y nada más. Pero para mí, un sueño es el billete para comenzar un viaje que nunca sabes dónde te va a llevar. Ahora otro sueño se asoma, otro viajes comienza para mí: el Máster en Periodismo de Viajes acaba de empezar. Sueño, viaje, aventura y aprendizaje.